domingo, 8 de abril de 2012

Capítulo 1

simplemente diana

Eran las siete de la mañana, hacía más de 24 horas que estaba fuera de casa, durante las cuales, mi largo y sedoso pelo castaño claro se había transformado. Ahora era negro azabache y lo llevaba por mitad del cuello; también  me había hecho un piercing, justo en el lado izquierdo se encontraba aquella pecadora bolita plateada adornando mi respingona nariz, y por si no fuera poco esto para mis padres, me había tatuado la frase <<Deja que el mundo libere tus  alas>>  desde el hombro hasta la muñeca, a Dios gracias al final me lo había hecho de henna, pero como ellos no entendían nada de estas cosas...

Si os preguntáis el porqué de esos repentinos cambios, no significan que me había vuelto punk de pronto, ni que me juntara con una panda callejera ni mucho menos, yo era la tradicional chica estudiosa que nunca había roto un plato, y mis padres exigían que me comportara como tal, sin embargo yo estaba harta de ellos, no me molestaba que más de medio instituto neoyorquino me etiquetara de empollona ni mucho menos, la opinión pública es algo que yo, por ley propia, he ignorado con los años. 


No obstante, la de mis padres siempre me había importado, jamás llevaba mi uniforme arrugado, ni la falda mal puesta o arremangada, no usaba ningún tipo de distintivo adolescente que pudiera desagradarles, pero se acabó, hoy juro que se acabó. Os cuento mi historia para que os situéis: Yo soy Diana, una chica sencilla de Nueva York. Vivo con mis padres, que pasan las escasas horas del día que pasan conmigo  discutiendo, en uno de nuestros enormes y bien arreglados apartamentos que ahora tenemos por hogar. Mi padre es un hombre importante, uno de los jefes de la Policía Nacional, que pasa el tiempo encerrado en su despacho y pegado a su teléfono móvil a la última; por otro lado, mi madre es una mujer bastante esnob, pero no mala persona, es una de las diseñadoras de Dior, y al igual que mi padre, siempre está enganchada al móvil y rodeada por sus múltiples papeles y contratos. Y ¿qué era de mí de niña? Me crie a base de una niñera tras otra, e igual que antes he explicado, siempre he intentado ser aquella deseada alumna modelo prodigiosa, para hacer la vida hogareña de mis atareados padres más acogedora, sin embargo ellos no han intentado hacer lo mismo por una servidora.

Desde que a mi madre han empezado a fallarle los contratos con diversas compañías usuales, con esto de la crisis europea, está de un humor de perros, y discute con el primero que se le pone por delante, y mi padre nunca ha tenido un carácter apacible que digamos, en resumen, llevan desde los últimos 5 años, aproximadamente desde mis once o doce años puesto que tengo dieciséis, discutiendo más que de costumbre, porque si hay que darle un premio al matrimonio más incomprensible, es para mis padres, nunca entendí que se vieron el uno en el otro si, desde que tengo memoria, lo poco que se ven discuten, y obviamente ahora que tienen más tiempo libre...

Las bisagras de la puerta crujen levemente al abrir, pero suficiente como para que el oído de murciélago de mi madre lo escuche y empiece el verdadero problema.
Los ojos de la mujer se desorbitan al verme, no estoy segura de si me ha reconocido, y en el peor caso, que lo haya hecho y no crea lo que ve. Pero lo que yo no sabía es que el asunto acabaría peor de lo que podía imaginar.
-Pero... ¡¿Pero que te has hecho jovencita?!- Exclama cuando recupera el aire de una bocanada, hinchándose como un pavo y dándole un aspecto bastante cómico, así ataviada con su bata de color rosa chicle llena de estrafalarias plumas en los bordes del cuello y las manos. No puedo evitar una media sonrisa, cosa que la enfurece más aun.

-Sólo un cambio de...-Empiezo yo, tanteando el terreno, en un intento de restarle importancia.

-¡Un cambio de look! ¡JÁ!-Se escandaliza ella como una buena “diva” de la moda.- ¿Crees que me chupo el dedo, niña? Te recuerdo, como muchas otras veces, que conozco muy bien eso del “look”, y créeme lo que tú has hecho es un destrozo...

-Total de mi imagen.- La corto diciendo el final de la frase que siempre repite cada vez que intento tener algo de personalidad al vestir.

-Eso no es lo importante.-Dice mi madre, cambiando de tema, bruscamente, para guiarlo hacia mi sentencia de muerte, como poco.- El quid de la cuestión aquí, es que son las siete de la mañana, ¡tu padre ha estado a punto de abrir un expediente policial de secuestro! Pero menos mal que he conseguido convencerlo de que estarías con algunos amigos, ya que ha llegado una llamada de Lindsay a las 4 de la madrugada diciendo que dormías en su casa... Espero que la llamada fuera de ella y no tuya porque ya estabas dormida, y no por otra situación que dificultara tu estado de salud.- Argumenta, riñéndome de forma indirecta, ante un posible acto FDS (Fuera De Salud) como los denomina ella.

Mientras habla, yo he dejado mi mochila del colegio en un rincón del recibidor y he empezado a andar disimuladamente hacia mi habitación, a Dios gracias, tuve la genial idea de hacer que Lindsay, mi única amiga, llamara a mi madre mientras yo estaba en la tienda de <<Tatuajes y Piercings>> de un extraño barrio universitario, totalmente punk. Ella no entendía demasiado qué me había pasado por la cabeza, al fin y al cabo ella no tenía demasiadas ideas propias, sólo era una niña de papá más de mi instituto, pero le había cogido cierto cariño. Pero, volviendo al mundo real, con mi madre no hay suerte, se da cuenta de que me estaba escabullendo y se gira en redondo, cortando un discurso digno del premio Nobel, acerca de la salud de los adolescentes respecto al tabaco, alcohol y drogas. Maldición.

-¡Diana!- Chilla, haciéndome dar un respingo.

-Dime mamá.-Respondo yo con la voz más dulce posible.

-No te me pongas en plan inocente, ¿tienes idea de lo que has hecho? ¿De dónde has sacado el permiso de un mayor para hacerte todas esas cosas tan estrafalarias?

-De unos amigos...Pensaba que quizás tú lo entenderías.-Digo, obviamente mintiendo como una bellaca.

-¡Basta de pamplinas, estás castigada durante el resto del año! Y no intentes negociar, porque te vas a arrepentir de esto, y mañana vamos a ir a que quiten esa cosa de la nariz, y el brazo ya veremos como lo solucionamos. ¡¿Queda claro?!- Dice mamá dando por terminada nuestra riña.

-¡No!- Exclamo yo, a sorpresa de mi madre, sin poder evitarlo. Tanto trabajo me había costado convencer al hombre de la tienda como para que ahora mi madre me lo quite.- No... No se  puede quitar, es permanente.-Continúo más apacible.

-Eso ya lo veremos... ¡A tu habitación! Y mañana hablarás con tu padre para que te diga el castigo completo, porque te aseguro que estar recluida en casa casi un año es lo mejor que puedo ofrecerte, ya conoces a tu padre.

-Pero si es mi primer castigo. ¿No hay condescendencia?- Pregunto yo. Creo que aunque tengo los nervios a flor de  piel y me encantaría gritarle como grita ella, lo más sano y seguro para mí ahora mismo será aguantarme e intentar poner cara de niña buena. Por su parte, no merezco ni respuesta.
Finalmente no me queda otra que resignarme y tumbarme en la cama, directamente vestida, y meterme bajo mi mullido y calentito edredón hasta dentro de unas horas. Cómo echaré de menos este instante en un futuro, cuando mi castigo se haga realidad, pero eso en este momento no lo sabía aun.

A la mañana siguiente me despertaron los gritos de mis padres que, por supuesto, hablaban de mí. Entierro la cara en la almohada intentando ignorarlos, pero estaban enfrente de mi habitación discutiendo, era imposible no escuchar, como poco, algún retazo de su conversación, por cerrada que estuviera la puerta.

-¡No tienes ni idea de lo que esto significa!- Grita mi padre a mi madre.-Seguro que ahora empezará a volver tarde cada día y a bajar sus notas, ¿qué será de la universidad de Derecho entonces?

-¿Pero no iba a ir a la de Ciencias Humanitarias?-Pregunta mi madre desconcertada.

-¡Por supuesto que no!-Dice el hombre indignado.- Quedamos tú y yo con que estudiaría Derecho, igual que su abuelo. ¡Sería una mujer honrada! ¡¿Qué será de ella ahora?!-Replica, a continuación, con tono lastimero.

-¡No lo sé! ¿Acaso tiene que estudiar lo que tú dices para ser honrada? ¿Es que sino tiene que ver con la ley no es algo honrado para ti?-Le responde ella, marcando en su amplia y lisa frente el comienzo de una arruga, a punto de enfadarse.

-¡Servir al país es lo más honrado! El resto son necesidades varias, algunas incluso prescindibles...-Argumenta mi padre, dirigiéndole a mi madre una mirada significativa.

-¡¿Ahora mi trabajo es ridículo, no?! ¡Já!- Dice ella, dando por zanjada aquella insultante conversación mientras taconea, probablemente hacia la cocina, en busca de su teléfono móvil, que ha empezado a sonar de forma estridente.

Yo sabía de sobra que mi padre estaba ahora mismo lleno de rabia e indignación tras la disputa con mamá, y me iba a tocar a mí soportarlo esta vez. Sin equivocarme, la puerta de mi cuarto se abre de golpe dando un portazo contra la pared.

-¡¿Y tú que haces durmiendo a estas horas?!-Me grita gesticulando, con las manos por encima de la cabeza.- ¡¿No te parece bastante con llegar anoche tarde?! ¿Qué anoche?, ¡hoy! Eran las 7 de la mañana, ¿crees que tu madre no me lo ha contado?- Todo esto lo dice mientras se acerca a mi y tira del edredón para que el frío del invierno cale mis huesos y me haga moverme, cosa que consigue.

-Pero papá...Si son las 11.-Digo yo en mi defensa acurrucándome más en mi cama, buscando el calor de las sábanas.-He dormido menos de cuatro horas, estoy molida.

-¡Ese es tu problema!- Dice achinando los ojos hasta que su ceño se frunce por completo.-El mio es castigarte como es debido, así que ya estás haciendo las maletas.

-¿Las maletas?-Pregunto con los ojos como platos, ahora totalmente espabilada, y ya no tan preocupada por el frío.

-Sí, hoy mismo a las 9 te he inscrito para que continúes el curso en un internado, lejos de aquí.-Me dice, marcando mi sentencia total.

Yo no sé qué decir, me ha dejado fuera de combate de una manera increíble, cuando nadie consigue hacer que me quede sin la última palabra, hoy por fin lo han hecho, y no para bien, para nada bien.

-¿Y dónde está exactamente ese internado?-Me ha dejado tan estupefacta que no puedo ni protestar, tengo la garganta seca, ausente de palabras y atada con un nudo.

-En un pueblo de las montañas, a casi 700 kilómetros de aquí. Se llama  Valle del Lago, ya que hay un lago por aquella zona, obviamente, dicen que es muy bonito, te recomiendo visitarlo cuando llegues.-Informa con un poco de pesar el la voz, pero no menos decidido. -Será un sitio en el que puedas independizarte y vivir por tu cuenta en cierto modo, a demás de seguir tus estudios de forma decente, tal como acordamos que harías. Digamos que te vamos a dar un poco de banda ancha por nuestra parte, pero tendrás que seguir las normas del internado y sin rechistar-

-Y vosotros os quedaréis aquí, por supuesto.-Le respondo, cruzando los brazos por delante del pecho en gesto de claro enfado.

-No, yo me iré a L.A* por temas de trabajo. Tu madre creo que se quedará aquí, o quizás compre una casa en el pueblo,  ya sabes como es ella con las casas rusticas, le encantan.-Añade con una sonrisa soñadora, muy poco propia de él.-En resumen, andando, por la noche debes de estar ya allí y el avión sale esta tarde sin falta.

Al instante empiezo a hacerme la maleta, con el corazón en un puño y unas irrefrenables ganas de atarme a la primera farola de la ciudad que vea y gritar <<¡De aquí no conseguiréis moverme!>> Pero era lo más inútil que había pensado en mi vida, conocía a mis padres, sobretodo a mi padre, cuando algo le entraba en la cabeza no podías sacárselo, y  la autoridad que tenía sobre mí era bien clara, no podía deshacerme del castigo ni aunque una bomba cayera sobre el apartamento en este mismo instante, terminaría internada en un extraño lugar igualmente.

 Así que lo único que puedo hacer ahora mismo es obedecer e intentar consolarme con que iba a ser un poco más independiente, podría tener mi propia personalidad y, sobretodo, no volvería a escuchar sus riñas por mucho, mucho tiempo. 


De lo que todavía no era consciente, es que aquel internado cambiaría mi vida por completo, la mía y la de otras dos personas, una a la que bien conocía y otra a la que aun no, pero que jamás lograría olvidar.

L.A*: Abreviatura de la ciudad de Los Ángeles (California, E.E.U.U)

No hay comentarios:

Publicar un comentario