lunes, 14 de diciembre de 2015

Capítulo 3

conocidos

A mi sorpresa, el joven no escuchó llegar a su anciana abuela cuando ésta, con la palma abierta, propinó a su nieto una sonora colleja.

-¡Au!-Chilla el muchacho mientras se frota la zona picajosa de la nuca, donde ha recibido el golpe.-Podrías ser más delicada abu...-Comienza a decir mientras gira el cuerpo en su silla del escritorio, pero su voz se corta en cuanto repara en mi presencia en la puerta de su habitación.

-Hombre, Julen, veo que te has dado cuenta de nuestra pequeña visita.-Dice la mujer con una sonrisa picara ante el atontado rostro de su nieto.-Esta es Diana.-Continúa dijo mientras me toma del brazo y me pone ante ella.

-Encantada.-Me limito a decir yo un tanto cortada, siempre tan tímida como de costumbre.

-Eh...si, yo, por su puesto que estoy encantado de verte... ¡No, espera! Digo...sí, hola.- Tartamudeó el muchacho, intentando presentarse de forma decente; tenía las mejillas y las orejas totalmente enrojecidas.


-Creo que es mejor que nosotras nos marchemos al salón a retomar nuestra conversación, ¿quieres Diana?- Pregunta Gracia ignorando a su chaval, que no me quita ojo de encima.
-De acuerdo.- Me limito a responderle. Tras dirigir una última mirada de soslayo al chico, comienzo a bajar los peldaños de la rústica escalera hacia el primer piso.
-¡Espera!- Grita él, de forma tan repentina como sorprendente. Creo que por fin ha logrado que sus extremidades le respondieran.
-¿Te gustaría que te enseñara la casa?- Añade a continuación.
-Eh...-Murmuro ante su expectante mirada.-Resulta que ya la he visto antes, al subir.
-Pues claro... ¿Por qué narices no lo he pensado antes? – Se reprocha entre susurros.
-Bueno, encantada de conocerte.-Le digo con una sonrisa mientras comienzo a bajar el último tramo de escalera.
-Igualmente...-Responde algo alicaído, y recuperando su ánimo, exclama.- ¿Tal vez quieras ver el jardín...dentro de un rato?
-Por supuesto.-Le contesto afablemente.
-¿Cuando termines de hablar con mi abuela?- Pregunta con cierto brillo en los ojos.
-Sí, cuando termine.- Digo yo, aguantando la risa ante su insistencia.
Tras esta escasa, pero no menos entretenida conversación, sigo a la señora Gracia hacia la última habitación que había visto en el primer piso, y tomo asiento en una se las esquinas del floreado sillón.
-¿Qué te parece mi nieto?-Me pregunta a bocajarro, a la par que me ofrece una taza de humeante café, que no sé de donde ha sacado.
-¿Cómo?- Pregunto extrañada, mientras hago una mueca ante el amargo sabor de mi bebida, haciéndola sonreír.- Pues...Es un chico atento.-Me limito a responder.
-Sí, en eso no se ha estropeado todavía.-Dice con cierto retintín.
-Todavía.-Repito yo entre dientes, intentando reprimir la carcajada que amenaza con escaparse.
-Tranquila.-Me dice.- Yo me rio de él continuamente, es más, lo pone muy fácil.- Esto último ha hecho estallar mi risa contenida. -Dime, ¿qué edad crees que tiene? Aunque no lo parezca, es un chico bastante maduro para sus años.- Me comenta cambiando el giro de la conversación.
-Pues, yo le echaría unos... ¿Catorce o quince años?- Le respondo sin estar muy segura.
-No, mujer, ¡qué va! Ese criajo no tiene más que doce, aunque si se lo dices te dirá que le quedan dos meses para cumplir trece años, ¡y además ofendido!- Se carcajea de nuevo la mujer.
-¡Vaya! Será que la altura engaña.-Argumento, un poco extrañada por mi mal cálculo. -Nunca he tenido hermanos. Creía que comenzaban a fijarse en las jóvenes mayores que ellos sobre esas edades, pero por lo que se ve estaba equivocada. Que rápido avanzan ahora los niños.- Le respondo sorprendida.
-Bueno, mi chaval ahora sólo esta empezando, además debes de reconocer que se lo has puesto difícil.- Dice ella.
-¿Cómo?
-Claro, ¿esperabas que un preadolescente lleno de hormonas no mirara a una chica guapa como tú? Vamos, ten un poco más de ego chiquilla.
-¡Ah!- Exclamo sorprendida.- Sinceramente, nunca me he preocupado por esos temas respecto a mi persona… De hecho, me ha costado un par de discusiones con mi madre.- Le aclaro.
-Eso está bien, hay que ser humilde, pero cuidado, tampoco tienes que pecar de tonta, puede que a veces te convenga para algo esa cualidad.- Dice con cierto tono de reproche ante mi escasa presunción.
-Bueno, sí, supongo...-Respondo, un tanto seca.
De pronto, un estridente sonido me saca de mi apuro.
-Será el timbre, ¿quién puede ser a estas horas?- Comenta algo molesta la mujer, levantándose para abrir la puerta de la casa.
-Salvada por la campana, y nunca mejor dicho.-Digo en un susurro, seguido de un suspiro de alivio.
Mientras Gracia conversa con alguien, del cual sólo puedo distinguir una voz femenina, observo la habitación en la que me encuentro con más detenimiento.
A mi derecha veo una estantería con puertas de cristal, en la que antes no había reparado, con fotos un tanto antiguas y otras más actuales. Una de ellas llama mi atención, por la ropa se nota que es una foto de los años entre 80 y 90, es una pareja  de adolescentes en la playa que sonríen ampliamente a la cámara mientras el muchacho pasa un brazo por los hombros a la joven, debían de tener alrededor de dieciocho años. En otra foto se encuentra la misma pareja, ya maduros, la mujer sostiene a un bebé entre sus brazos, de pelo rubio rojizo ensortijado y ojos claros, que está riendo con la boca totalmente abierta, mostrando sus lisas encías rosadas. El hombre, mira al niño con ternura. Obviamente se trata de una enternecedora foto de familia. En el pie de la foto se puede ver en tinta negra unos números garabateados de una fecha, que si no me equivoco, fue tomada en 1993.
Curiosamente, en el resto de las fotografías se ve el crecimiento del niño: la foto de navidad en la guardería, la de la comunión, con el pelo ya prácticamente pelirrojo repeinado hacia la izquierda y vestido con el traje tradicional de marinero, la graduación de primaria... Sin embargo en ninguna de las fotos vuelven a aparecer los padres, solamente en ciertas de ellas aparece Gracia, en algunas visiblemente más joven.
-Soy yo, con mis padres...Y sin ellos.-Dice Julen, sobresaltándome, con un tono de voz un tanto amargo.
-Perdona, tampoco era mi intención fisgonear, sólo pensaba que eran unas fotos realmente bonitas... Me gusta la fotografía, nada mas.- Comento intentando disculparme, mientras me separo de la vitrina.
-Las hizo mi abuela, a ella también le gusta, y además es buena. Y no te preocupes, ocurrió hace mucho, lo tengo superado.-Dice mirándome intimidantemente serio.
-No creo que sea algo que se supere a la ligera.-Le digo sosteniendo su mirada.
-Murieron en un accidente de tráfico cuando yo tenía poco más de tres años, mi padre iba con mi madre embarazada de mi hermana como copiloto, estaba de cinco o seis meses. Mi padre se portó como un capullo aquella noche parece ser, fueron de boda e imagino que bebió más de la cuenta; discutían justo en el momento del accidente.
-¿Cómo sabes eso?-Pregunto con cierta curiosidad.
-Porque yo iba sentado en la parte trasera del coche. Lo escuché todo, recuerdo la mayor parte del accidente. El golpe fue frontal, me rompí muchos huesos, pero fui el único superviviente, yo y mi hermana.-Me sigue explicando en un torrente de palabras atropelladas y tartamudeando. Se le ve bastante más afectado de lo que asegura.
-¿Y tu hermana dónde está ahora?- Digo temiéndome lo peor.
-Murió una semana después del accidente. Lograron salvarla en un principio, cuando mi madre llegó al hospital aun respiraba, sin embargo no logró sobrevivir más de una semana. Los médicos le dijeron a mi abuela que era aun muy pequeña, que incluso era posible que hubiera sufrido algún trastorno a causa del accidente, o simplemente su cuerpo no resistió a estar fuera de mi madre.-Dice con la voz casi apagada mientras se pasa las manos por la cara abrumado.
-Debió de...Debe de ser duro para ti.-Comento, intentando consolarlo.
-Sí, lo era...Lo es. Lo cierto es que me siento solo, muchas veces agradecería la presencia de mi hermana, aunque ahora tendría unos ocho  o diez años, la pena sería compartida, o tendría a alguien a quien atender, quieras que no, eso ayuda a consolarse a uno mismo.-Dice con una amarga media sonrisa y un vistazo hacia mí por el rabillo del ojo.
-Supongo que tienes razón.-Respondo.
Me sorprende la verdad en las palabras de su abuela. No es de extrañar la madurez que ve en su nieto, con las experiencias que ha vivido. Entonces, levantándose de un salto y con un ánimo realmente recuperado me pregunta:
-¿Lo de la visita por el jardín continúa en pie?
-Por supuesto.- Le respondo afablemente imitando su gesto.
-Entonces sígueme.- Y comienza a correr hacia la puerta trasera que da al jardín de los Esteben. Un divertido pensamiento cruza mi mente en ese instante; parece ser que no ha sido tan mala idea mudarse.


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